Desde la ventana de su cuarto en el sanatorio de Saint-Rèmy-de-Provence dibuja Vicent Van Gogh este maravilloso paisaje, La Noche Estrellada.
Llama inmediatamente mi atención una resplandeciente Luna situada en la esquina superior derecha, rodeada por un alborotado cielo de diferentes tonos azules, en el que también se puede destacar la presencia de varias estrellas que aportan un toque de luminosidad al paisaje.
Bajo el cielo y acariciándolos suavemente, se encuentran algunos montes bajos y redondeados que parecen fundirse unos con otros hasta llegar a desembocar en un sereno y apacible pueblo, además de pequeño, formado por casa bajas y azuladas, que se encuentran rodeadas principalmente por bosques no muy frondosos. Uno de ellos, en tonos marrones y oscuros, asciende por el cielo casi alcanzando la más alta de las estrellas.
Casi se puede oir el sonido del leve viento que agita las hojas de los árboles que conforman los bosques. Es una imagen llena de tranquilidad y paz.
Este cuadro para mí es una obra preciosa llena de emociones.
La casa de La Puebla
La casa de mi abuela en La Puebla, una casa enorme y antigua, de altos muros y grandes habitaciones.
El olor penetrante a puchero, el olor a humedad de la lluvia, hacen que me recuerde a mi infancia.
La entrada, oscura y rústica, transmite sensación de serenidad y protección con sus antiguos oleos colgando de sus gruesas paredes.
Ese pasillo largo y sin fondo, acabado en el siempre limpio y cuidado tocador de mi abuela.
Las habitaciones calientes y acogedoras, como si te abrieran sus brazos cada vez que entras en ellas.
Espacioso es el patio, sitio de juegos. Suena siempre el sonido de los pájaros sobre su majestuosa palmera.
En su corazón se levanta su antiguo pozo.
Hermoso lugar es La Puebla.
Desearía con todas mis fuerzas no dejar de ir nunca a esta gran casa.
